Reina Valera Gómez 1¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿O miras tú las ciervas cuando están pariendo? 2¿Puedes tú contar los meses de su preñez, y sabes el tiempo cuando han de parir? 3Se encorvan, hacen salir sus crías, pasan sus dolores. 4Sus crías están sanas, crecen con el pasto: Salen y no vuelven a ellas. 5¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras? 6Al cual yo puse casa en la soledad, y sus moradas en lugares estériles. 7Se burla de la multitud de la ciudad; no oye las voces del arriero. 8Lo oculto de los montes es su pasto, y anda buscando todo lo que está verde. 9¿Querrá el unicornio servirte a ti, o quedar en tu pesebre? 10¿Atarás tú al unicornio con coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti? 11¿Confiarás tú en él, por ser grande su fortaleza, y le fiarás tu labor? 12¿Fiarás de él para que recoja tu semilla y la junte en tu era? 13¿Diste tú hermosas alas al pavo real, o alas y plumas al avestruz? 14El cual desampara en la tierra sus huevos, y sobre el polvo los calienta, 15y se olvida de que los pisará el pie, y que los quebrará bestia del campo. 16Se endurece para con sus crías, como si no fuesen suyas, no temiendo que su trabajo haya sido en vano; 17Porque le privó Dios de sabiduría, y no le dio inteligencia. 18Luego que se levanta en alto, se burla del caballo y de su jinete. 19¿Diste tú al caballo su fuerza? ¿Vestiste tú su cuello de crines? 20¿Le intimidarás tú como a alguna langosta? El resoplido de su nariz es formidable: 21Escarba la tierra, se alegra en su fuerza, sale al encuentro de las armas: 22Hace burla del espanto, y no teme, ni vuelve el rostro delante de la espada. 23Contra él suena la aljaba, el hierro de la lanza y de la jabalina; 24Y él con ímpetu y furor escarba la tierra, sin importarle el sonido de la trompeta; 25Antes como que dice entre los clarines: ¡Ea! Y desde lejos huele la batalla, el grito de los capitanes, y el vocerío. 26¿Vuela el halcón por tu sabiduría, y extiende hacia el sur sus alas? 27¿Se remonta el águila por tu mandamiento, y pone en alto su nido? 28Ella habita y mora en la roca, en la cumbre de la peña, en lugar seguro. 29Desde allí acecha la presa; sus ojos observan de muy lejos. 30Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiere cadáveres, allí está ella. |