Reina Valera Gómez 1El hombre nacido de mujer, corto de días, y harto de sinsabores. 2Que sale como una flor y es cortado; y huye como la sombra, y no permanece. 3¿Y sobre éste abres tus ojos, y me traes a juicio contigo? 4¿Quién podrá sacar algo limpio de lo inmundo? Nadie. 5Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti: Tú le pusiste límites, los cuales no pasará. 6Apártate de él, y que descanse hasta que, cual jornalero, haya cumplido su día. 7Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. 8Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, 9al percibir el agua reverdecerá, y echará renuevos como planta nueva. 10Pero el hombre muere, y es cortado; Perece el hombre, ¿y dónde está él? 11Como las aguas se van del mar, y el río se agota y se seca. 12Así el hombre yace, y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo no despertarán, ni se levantarán de su sueño. 13¡Oh quién me diera que me escondieses en el sepulcro, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! 14Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi transformación. 15Tú llamarás, y te responderé yo; tendrás placer en la obra de tus manos. 16Pero ahora me cuentas los pasos, y no das tregua a mi pecado. 17Sellada está en saco mi transgresión, y tienes cosida mi iniquidad. 18Y ciertamente el monte que cae se deshace, y las peñas son traspasadas de su lugar; 19Las piedras son desgastadas con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra; de igual manera haces tú perecer la esperanza del hombre. 20Para siempre serás más fuerte que él, y él se va; demudarás su rostro, y lo despedirás. 21Sus hijos alcanzan honor, y él no lo sabe; o son humillados, y no entiende de ellos. 22Mas su carne sobre él se dolerá, y se entristecerá en él su alma. |