Reina Valera Gómez 1Mejor es un bocado seco, y en paz, que la casa de contienda llena de víctimas. 2El siervo prudente señoreará sobre el hijo que deshonra, y con los hermanos compartirá la herencia. 3El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; mas Jehová prueba los corazones. 4El malo está atento al labio inicuo; y el mentiroso escucha a la lengua detractora. 5El que escarnece al pobre, afrenta a su Hacedor; y el que se alegra de la calamidad, no quedará impune. 6Corona de los viejos son los nietos; y la gloria de los hijos son sus padres. 7No conviene al necio la altilocuencia: ¡Cuánto menos al príncipe el labio mentiroso! 8Piedra preciosa es el don a quien lo posee; a dondequiera que se vuelve, prospera. 9El que cubre la falta, busca amistad; mas el que la divulga, aparta a los mejores amigos. 10Aprovecha la reprensión al hombre entendido, más que cien azotes al necio. 11El rebelde no busca sino el mal; y mensajero cruel será enviado contra él. 12Mejor es que se encuentre un hombre con una osa a la cual han robado sus cachorros, que con un necio en su necedad. 13El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa. 14El principio de la discordia es como cuando alguien suelta las aguas; deja, pues, la contienda, antes que se enmarañe. 15El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová. 16¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, si no tiene el corazón para ello? 17En todo tiempo ama el amigo; y el hermano nace para los tiempos de adversidad. 18El hombre falto de entendimiento estrecha la mano, y sale por fiador delante de su amigo. 19El que ama la prevaricación ama la contienda; y el que mucho abre su puerta, busca la ruina. 20El perverso de corazón nunca hallará el bien; y el que tiene lengua perversa, caerá en el mal. 21El que engendra al necio, para su tristeza lo engendra; y el padre del necio no tiene alegría. 22El corazón alegre es buena medicina; mas el espíritu triste seca los huesos. 23El impío toma soborno del seno, para pervertir las sendas del derecho. 24En el rostro del entendido aparece la sabiduría; mas los ojos del necio vagan hasta el cabo de la tierra. 25El hijo necio es angustia a su padre, y amargura a la que lo engendró. 26Ciertamente no es bueno condenar al justo, ni herir a los príncipes que hacen lo recto. 27El que reserva sus palabras tiene sabiduría; de excelente espíritu es el hombre entendido. 28Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido. |