Reina Valera Gómez 1Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual estáis firmes;
2por el cual asimismo sois salvos, si retenéis la palabra que os he predicado, si no habéis creído en vano. 3Porque primeramente os he entregado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; 4y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5y que fue visto por Cefas, y después por los doce. 6Y después, fue visto por más de quinientos hermanos a la vez; de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7Después fue visto por Jacobo; luego por todos los apóstoles. 8Y al último de todos, como por un nacido a destiempo, Él fue visto también por mí. 9Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí la iglesia de Dios. 10Mas por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo; antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que ha sido conmigo. 11Así que, ya sea yo o ellos, así predicamos, y así habéis creído. 12Y si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? 13Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. 15Y además somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios, que Él resucitó a Cristo; al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. 17Y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados. 18Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19Si sólo en esta vida esperamos en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres. 20Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. 21Y por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. 23Pero cada uno en su debido orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24Luego vendrá el fin; cuando haya entregado el reino al Dios y Padre, cuando haya abatido todo dominio y toda autoridad y poder. 25Porque es menester que Él reine, hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. 27Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Pero cuando dice: Todas las cosas son sujetadas a Él, claramente se exceptúa a Aquél que sujetó a Él todas las cosas. 28Y cuando todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará a Aquél que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos. 29De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos? 30¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora? 31Os aseguro por la gloria que de vosotros tengo en Cristo Jesús Señor nuestro, que cada día muero. 32Si como hombre batallé en Éfeso contra bestias, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. 33No os engañéis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. 34Despertad a justicia, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo. 35Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? 36Necio, lo que tú siembras no revive, si antes no muere. 37Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de ser, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; 38pero Dios le da el cuerpo como Él quiere, y a cada semilla su propio cuerpo. 39No toda carne es la misma carne; pues una carne es la de los hombres, y otra carne la de los animales, y otra la de los peces, y otra la de las aves. 40También hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. 41Una es la gloria del sol, y otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas; porque una estrella es diferente de otra estrella en gloria. 42Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levantará en incorrupción; 43se siembra en deshonra, se levantará en gloria; se siembra en flaqueza, se levantará en poder; 44se siembra cuerpo natural, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo natural, y hay cuerpo espiritual. 45Y así está escrito: El primer hombre Adán fue hecho un alma viviente; el postrer Adán, un espíritu vivificante. 46Mas lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual. 47El primer hombre, es de la tierra, terrenal; el segundo hombre que es el Señor, es del cielo. 48Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. 50Mas esto digo, hermanos; que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. 51He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados. 52En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 54Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 55¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. 57Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 58Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. |