Reina Valera Gómez 1Y aconteció un día, que enseñando Él al pueblo en el templo, y predicando el evangelio, vinieron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
2y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta autoridad?
3Respondiendo entonces Jesús, les dijo: Os preguntaré yo también una cosa; respondedme:
4El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
5Y ellos razonaban entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
6Y si decimos: De los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están convencidos de que Juan era profeta.
7Y respondieron que no sabían de dónde era.
8Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas. 9Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores, y partió lejos por mucho tiempo. 10Y al tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores, le golpearon, y le enviaron vacío. 11Y volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también golpearon, y ultrajándole, le enviaron vacío. 12Y volvió a enviar un tercer siervo; y ellos también a éste hirieron, y le echaron fuera. 13Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá le respetarán cuando le vean. 14Pero cuando los labradores lo vieron, razonaron entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. 15Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? 16Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Y cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! 17Y Él mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ésta vino a ser cabeza del ángulo? 18Cualquiera que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; pero sobre el que ella cayere, le desmenuzará. 19Y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo. 20Y acechándole enviaron espías que se fingiesen justos, para sorprenderle en palabras, y así poder entregarle a la potestad y autoridad del gobernador. 21Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de personas; sino que enseñas el camino de Dios con verdad. 22¿Nos es lícito dar tributo a César, o no? 23Pero Él, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? 24Mostradme una moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César. 25Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios. 26Y no pudieron prenderle en sus palabras delante del pueblo; y maravillados de su respuesta, se callaron. 27Entonces vinieron unos de los saduceos, los cuales niegan que hay resurrección, y le preguntaron, 28diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo esposa, y él muriere sin hijos, que su hermano tome a su esposa, y levante simiente a su hermano. 29Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos. 30Y el segundo la tomó como esposa, el cual también murió sin hijos. 31Y la tomó el tercero; asimismo también los siete; y murieron sin dejar descendencia. 32Y a la postre de todos murió también la mujer. 33En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será esposa? porque los siete la tuvieron por esposa. 34Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este mundo se casan, y se dan en casamiento; 35pero los que fueren tenidos por dignos de aquel mundo y la resurrección de los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. 36Porque no pueden morir ya más; pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob. 38Porque Él no es Dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven para Él. 39Y respondiéndole unos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho. 40Y ya no se atrevieron a preguntarle nada. 41Y Él les dijo: ¿Cómo dicen que Cristo es hijo de David? 42Pues David mismo dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra; 43Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. 44Así que David le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo? 45Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos: 46Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; 47que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación. |