Reina Valera Gómez 1Perece el justo, y no hay quien lo ponga en su corazón; y los piadosos son quitados, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. 2Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que andan en su rectitud. 3Mas vosotros llegaos acá, hijos de la agorera, generación del adúltero y de la ramera. 4¿De quién os habéis mofado? ¿Contra quién ensanchasteis la boca, y alargasteis la lengua? ¿No sois vosotros hijos rebeldes, simiente mentirosa, 5que os enardecéis con los ídolos debajo de todo árbol frondoso, que sacrificáis los hijos en los valles, debajo de los peñascos? 6En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas son tu suerte; y a ellas derramaste libación, y ofreciste presente. ¿No me he de vengar de estas cosas? 7Sobre el monte alto y empinado pusiste tu cama; allí también subiste a hacer sacrificio. 8Y tras la puerta y el umbral pusiste tu recuerdo; porque a otro, y no a mí, te descubriste, y subiste y ensanchaste tu cama, e hiciste pacto con ellos; amaste su cama dondequiera que la veías. 9Y fuiste al rey con ungüento, y multiplicaste tus perfumes, y enviaste tus embajadores lejos, y te abatiste hasta el mismo infierno. 10En la multitud de tus caminos te cansaste, mas no dijiste: No hay esperanza; hallaste la vida de tu mano, por tanto no te desalentaste. 11¿Y de quién te asustaste o temiste, que has faltado a la fe y no te has acordado de mí, ni lo pusiste en tu corazón? ¿No he guardado silencio desde tiempos antiguos, y nunca me has temido? 12Yo publicaré tu justicia y tus obras, que no te aprovecharán. 13Cuando clames, que te libren tus allegados; pero a todos ellos llevará el viento, un soplo los arrebatará; mas el que en mí espera, tendrá la tierra por heredad, y poseerá mi santo monte. 14Y dirá: Allanad, allanad; preparad el camino, quitad los tropiezos del camino de mi pueblo. 15Porque así dice el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. 16Porque no contenderé para siempre, ni para siempre guardaré el enojo; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado. 17Por la iniquidad de su codicia me enojé y lo herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón. 18He visto sus caminos, y lo sanaré; y lo guiaré y le daré consuelo a él y a sus enlutados. 19Yo creo el fruto de labios: Paz, paz al lejano y al cercano, dice Jehová; y lo sanaré. 20Mas los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. 21No hay paz, dice mi Dios, para el impío. |