Reina Valera Gómez 1Ciertamente la plata tiene sus veneros, y el oro lugar donde se refina. 2El hierro se saca del polvo, y de la piedra es fundido el bronce. 3A las tinieblas puso término, y examina todo a la perfección, las piedras que hay en la oscuridad y en la sombra de muerte. 4Brota el torrente de junto al morador, aguas que el pie había olvidado; se secan luego, se van del hombre. 5De la tierra nace el pan, y debajo de ella está como convertida en fuego. 6Lugar hay cuyas piedras son zafiro, y sus polvos de oro. 7Hay senda que el ave no conoce, ni ojo de buitre ha visto; 8los cachorros de león no la han pisado, ni el fiero león pasó por ella. 9En el pedernal puso su mano, y trastornó de raíz los montes. 10De los peñascos cortó ríos, y sus ojos vieron todo lo preciado. 11Detuvo los ríos en su nacimiento, e hizo salir a luz lo escondido. 12Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? 13No conoce su valor el hombre, ni se halla en la tierra de los vivientes. 14El abismo dice: No está en mí: Y el mar dijo: Ni conmigo. 15No se dará por oro, ni su precio será a peso de plata. 16No puede ser apreciada con oro de Ofir, ni con ónice precioso, ni con zafiro. 17El oro no se le igualará, ni el diamante; ni se cambiará por joyas de oro fino. 18No se hará mención de coral ni de perlas: La sabiduría es mejor que las piedras preciosas. 19No se igualará con ella topacio de Etiopía; no se podrá apreciar con oro fino. 20¿De dónde, pues, vendrá la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? 21Porque encubierta está a los ojos de todo viviente, y a toda ave del cielo es oculta. 22La destrucción y la muerte dijeron: Su fama hemos oído con nuestros oídos. 23Dios entiende el camino de ella, y Él conoce su lugar. 24Porque Él mira hasta los fines de la tierra, y ve debajo de todo el cielo. 25Al dar peso al viento, y poner las aguas por medida; 26Cuando Él hizo ley a la lluvia, y camino al relámpago de los truenos: 27Entonces la veía Él, y la manifestaba: La preparó y la descubrió también. 28Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal la inteligencia. |