Reina Valera Gómez 1Y levantándose de allí, vino a las costas de Judea al otro lado del Jordán. Y volvió el pueblo a juntarse a Él, y otra vez les enseñaba como solía. 2Y viniendo los fariseos, para tentarle, le preguntaron: ¿Es lícito al marido divorciarse de su esposa? 3Y Él respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés? 4Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiarla. 5Y Jesús respondiendo, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento, 6pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. 7Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa; 8y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una carne. 9Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre. 10Y en casa sus discípulos volvieron a preguntarle de lo mismo. 11Y Él les dijo: Cualquiera que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra ella; 12y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. 13Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. 14Y viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. 15De cierto os digo que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él. 16Y tomándolos en sus brazos, poniendo sus manos sobre ellos, los bendecía. 17Y saliendo Él para continuar su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. 19Los mandamientos sabes: No adulteres: No mates: No hurtes: No des falso testimonio: No defraudes: Honra a tu padre y a tu madre. 20Y él respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud. 21Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: Ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, toma tu cruz, y sígueme. 22Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. 23Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24Y los discípulos se asombraron de sus palabras. Pero Jesús, respondiendo otra vez, les dijo: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! 25Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26Y ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo? 27Y mirándolos Jesús, dijo: Con los hombres es imposible; pero con Dios, no; porque con Dios todas las cosas son posibles. 28Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. 29Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que ninguno hay que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30que no haya de recibir cien tantos ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. 31Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros. 32E iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; y estaban asombrados, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer: 33He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; 34y le escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en Él, y le matarán; mas al tercer día resucitará. 35Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, vinieron a Él, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. 36Y Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? 37Y ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. 38Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? 39Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, beberéis de la copa de que yo bebo, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; 40pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no es mío darlo, sino que será dado a aquellos para quienes está preparado. 41Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a indignarse contra Jacobo y contra Juan. 42Pero Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que parecen ser príncipes de los gentiles, se enseñorean sobre ellos; y los que entre ellos son grandes, tienen potestad sobre ellos. 43Pero no será así entre vosotros; antes el que quisiere ser grande entre vosotros, será vuestro servidor; 44y el que de vosotros quisiere ser el primero, será siervo de todos. 45Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos. 46Entonces vinieron a Jericó; y saliendo Él de Jericó, con sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a dar voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48Y muchos le reprendían para que callara; pero él, mucho más gritaba: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51Y respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Señor, que reciba la vista. 52Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante recibió su vista, y seguía a Jesús en el camino. |