Reina Valera Gómez 1Sed, pues, seguidores de Dios como hijos amados;
2y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros a Dios, ofrenda y sacrificio de dulce fragancia. 3Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros como conviene a santos; 4ni palabras obscenas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen; sino antes bien acciones de gracias. 5Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. 7No seáis, pues, partícipes con ellos. 8Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor: Andad como hijos de luz 9(porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), 10aprobando lo que es agradable al Señor, 11y no participéis con las obras infructuosas de las tinieblas, sino antes reprobadlas. 12Porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en oculto. 13Pero todas las cosas que son reprobadas, son hechas manifiestas por la luz, porque lo que manifiesta todo, es la luz. 14Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. 15Mirad, pues, que andéis con diligencia; no como necios, sino como sabios, 16redimiendo el tiempo, porque los días son malos. 17Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. 18Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; mas sed llenos del Espíritu; 19hablando entre vosotros con salmos, e himnos, y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. 20Dando gracias siempre por todas las cosas a Dios y al Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 21Sujetaos los unos a los otros en el temor de Dios. 22Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. 23Porque el marido es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y Él es el Salvador del cuerpo. 24Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus propios maridos en todo. 25Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella; 26para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, 27para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha. 28Así los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. 29Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y la cuida, como también el Señor a la iglesia; 30porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31Por esto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne. 32Este misterio grande es; mas yo hablo en cuanto a Cristo y a la iglesia. 33Por lo demás, cada uno de vosotros en particular, ame también a su esposa como a sí mismo; y la esposa reverencie a su marido. |