Sagradas Escrituras (1569) 1Y conociendo Joab hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón,
2envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que te enlutes, y te vistas de ropas de luto, y no te unjas con óleo, antes sé como mujer que ha mucho tiempo que trae luto por algún muerto;
3y entrando al rey, habla con él de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca. 4Entró pues aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro adoró, y dijo: Oh rey, salve. 5Y el rey dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo a la verdad soy una mujer viuda y mi marido es muerto. 6Y tu sierva tenía dos hijos y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los separase, hirió el uno al otro, y lo mató. 7Y he aquí toda la parentela se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y quitemos también el heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra. 8Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, que yo mandaré acerca de ti. 9Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sin culpa. 10Y el rey dijo: Al que hablare contra tí, tráelo a mí, que no te tocará más. 11Dijo ella entonces : Te ruego, oh rey, que te acuerdes del SEÑOR tu Dios, que no dejes a los vengadores de la sangre aumentar el daño con destruir a mi hijo. Y él respondió: Vive el SEÑOR, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra. 12Y la mujer dijo: Te ruego que hable tu criada una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla. 13Entonces la mujer dijo: ¿Por qué pues piensas tú otro tanto contra el pueblo de Dios? Que hablando el rey esta palabra, es como culpado, por cuanto el rey no hace volver a su fugitivo. 14Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios hace acepción de personas, mas busca la manera para no echar de si al desechado. 15Y que yo he venido ahora para decir esto al rey mi señor, es porque el pueblo me ha puesto miedo. Mas tu sierva dijo en si : Hablaré ahora al rey; por ventura hará el rey la palabra de su sierva. 16Pues el rey oirá, para librar a su sierva de mano del hombre que me quiere raer a mí, y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios. 17Tu sierva pues dice: Que sea ahora la respuesta de mi señor el rey para descanso; pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para escuchar lo bueno y lo malo, y el SEÑOR tu Dios sea contigo. 18Entonces el rey respondió, y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey. 19Y el rey dijo: ¿No ha sido la mano de Joab contigo en todas estas cosas? Y la mujer respondió y dijo: Por la vida de tu alma, rey señor mío, que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado; porque tu siervo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras; 20y que trocara la forma de las palabras, Joab tu siervo lo ha hecho; mas mi señor es sabio, conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para saber lo que se hace en la tierra. 21Entonces el rey dijo a Joab: He aquí yo hice esto; por tanto ve, y haz volver al joven Absalón. 22Y Joab se postró en tierra sobre su rostro, y adoró, y bendijo al rey, y dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío; pues que ha hecho el rey la palabra de su siervo. 23Se levantó luego Joab, y fue a Gesur, y volvió a Absalón a Jerusalén. 24Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y Absalón volvió a su casa, y no vio el rostro del rey. 25Y no había varón en todo Israel tan hermoso como Absalón, de alabar en gran manera; desde la planta de su pie hasta la mollera no había en él defecto. 26Y cuando se cortaba el cabello (lo cual hacía al fin de cada año, pues le causaba molestia, y por eso se lo cortaba), pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos de peso real. 27Y le nacieron a Absalón tres hijos, y una hija que se llamó Tamar, la cual era hermosa de ver. 28Y estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén, y no vio el rostro del rey. 29Y mandó Absalón por Joab, para enviarlo al rey; mas no quiso venir a él; ni aunque envió por segunda vez, quiso él venir. 30Entonces dijo a sus siervos: Bien sabéis las tierras de Joab junto a mi lugar, donde tiene sus cebadas; id, y prenderles fuego; y los siervos de Absalón prendieron fuego a las tierras. 31Se levantó por tanto Joab, y vino a Absalón a su casa, y le dijo: ¿Por qué han puesto fuego tus siervos a mis tierras? 32Y Absalón respondió a Joab: He aquí, yo he enviado por ti, diciendo que vinieses acá, a fin de enviarte yo al rey a que le dijeses: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora la cara del rey; y si hay en mí pecado, máteme. 33Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón. Sagradas Escrituras (1569) Bible Hub |