Reina Valera Gómez 1Pero tú habla lo que armoniza con la sana doctrina.
2Que los ancianos sean sobrios, honestos, templados, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia. 3Las ancianas asimismo, sean de un porte santo, no calumniadoras, no dadas a mucho vino, maestras de honestidad; 4que enseñen a las mujeres jóvenes a ser prudentes, a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos; 5a ser discretas, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos; para que la palabra de Dios no sea blasfemada. 6Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; 7presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en doctrina, mostrando integridad, honestidad, sinceridad, 8palabra sana, e irreprochable; para que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros. 9Exhorta a los siervos a ser obedientes a sus amos, y a que les agraden en todo; que no sean respondones; 10no defraudando, sino mostrando toda buena lealtad; para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. 11Porque la gracia de Dios que trae salvación se ha manifestado a todos los hombres, 12enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a las concupiscencias mundanas, vivamos en este presente mundo, sobria, justa y piadosamente. 13Aguardando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo peculiar, celoso de buenas obras. 15Estas cosas habla y exhorta, y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie. |