Reina Valera Gómez 1Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal en espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
2Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
3Porque si alguno piensa de sí que es algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.
4Así que, cada uno examine su propia obra, y entonces tendrá de qué gloriarse, sólo en sí mismo, y no en otro,
5porque cada uno llevará su propia carga. 6El que es enseñado en la palabra, comunique en todos sus bienes al que lo instruye. 7No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 8Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. 9No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos. 10Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos; y mayormente a los de la familia de la fe. 11Mirad cuán grandes letras os he escrito con mi propia mano. 12Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os constriñen a que os circuncidéis; solamente para no sufrir persecución por la cruz de Cristo. 13Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley, sino que quieren que vosotros seáis circuncidados, para gloriarse en vuestra carne. 14Mas lejos esté de mí gloriarme, salvo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. 15Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva criatura. 16Y a todos los que anduvieren conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos, y sobre el Israel de Dios. 17De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. 18Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén. |