Miqueas 7:3
Para el mal las dos manos son diestras. El príncipe pide, y también el juez, una recompensa; el grande habla de lo que desea su alma, y juntos lo traman.
7:1-7 El profeta se lamenta de sí mismo que él vivía en un pueblo de maduración a buen ritmo para la ruina, en la que muchas buenas personas sufrirían. Los hombres no tenían consuelo, ninguna satisfacción en sus propias familias o en sus relaciones más cercanas. El desprecio y la violación de los deberes domésticos son un triste síntoma de la corrupción universal. Aquellos no son propensos a llegar a bien, estando desobediente a sus padres. El profeta no veía la seguridad o la comodidad, sino en mirar al Señor, y espera en Dios su salvación. Cuando en virtud de las pruebas, debemos buscar continuamente a nuestro Divino Redentor, para que tengamos la fuerza y ​​la gracia de confiar en él, y ser ejemplos a los que nos rodean.

Miqueas 7 Comentario de Matthew Henry, traducido del Inglés

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Miqueas 7:2
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